La primera vez que hablé face to face con Kaixo fue en las navidades del año 2017. Yo volvía a casa después de pasar una larga temporada en el extranjero, y para celebrar mi retorno definitivo a la península, me reuní en Santiago de Compostela con un grupo de amigos de la universidad con la intención de disfrutar de un buen cocido gallego. Curiosamente, ese mismo día Kaixo organizaba en Compostela una Overdose Club Party. Así que anticipándome al orden de los acontecimientos, contacté con él a través de una amiga que tenemos en común para concretar una entrevista antes del evento nocturno.

Era el plan perfecto para un joven que volvía de la emigración con los bolsillos llenos de libras y la mente llena de planes. Pero inevitablemente el banquete se prolongó, como siempre pasa con estas cosas en Galiza, y el ambiente con el que se llegó a la sobremesa de aquella comida era más propio de un after que de otra cosa. En algún momento que no recuerdo, me di cuenta de que el día se había metido de lleno en una espiral de perdición que ya no tenía marcha atrás, y en uno de mis últimos ejercicios de lucidez de aquella tarde, propuse a Kaixo aunar los planes y que se viniese a la sobremesa para mantener allí la charla y poderme enfrascar de lleno en mi particular ritual de autodestrucción. Obviamente la charla no siguió las pautas que yo previamente había imaginado, pero en medio de un contexto marcado por el exceso de diferentes sustancias, tuvimos la oportunidad de dialogar en profundidad sobre los biorritmos de una escena que estaba a punto de reventar definitivamente.

Fotografía: @miguelglxz

Un año y medio más tarde he vuelto a hablar largo y tendido con Kaixo sobre la actualidad de la escena urbana española. Y aunque las cosas han cambiado mucho en este tiempo, su discurso y su modo de entender la escena siguen manteniéndose en la misma línea de acción y pensamiento, a pesar de haber sufrido en sus propias carnes las miserias de la industria cultural española. Porque cuando mantuvimos esa charla en el invierno del 2017, el artista de Banana Bahía Music acababa de publicar su álbum “Mallory” en febrero de ese mismo año, estaba ultimando su relación contractual con Altafonte para crear el sello Onovo, el proyecto musical “The Black Bloc” estaba ya bastante definido y encaminado, y en general el 2018 se presentaba ante él como un año fundamental en el devenir de su carrera artística. Sin embargo, estas expectativas estuvieron muy lejos de cumplirse y el 2018 se acabó convirtiendo en un vía crucis interminable para el músico de Vigo: su relación con Altafonte se fue a pique y la multinacional abandonó el proyecto discográfico de Onovo de forma repentina, contratiempo que ha mantenido en vilo la salida del EP hasta que el pasado 7 de junio el álbum se publicó definitivamente.

“Al final, a mi esta experiencia me sirve para saber cómo funciona la industria, que no te puedes fiar de nadie, que aquí nadie es amigo de nadie, y que todo funciona por interés. Así de simple. Yo no les guardo ningún rencor la verdad”, confiesa Kaixo, “pero sí que es cierto que a nivel artístico me dejaron muy tirado. Todo el proyecto que habíamos preparado lo tuve que pagar con dinero de mi bolsillo, el contrato a largo plazo que teníamos con el sello Onovo lo rompieron incluso antes de lo que el marco legal permitía y se generó una deuda que yo he tenido que asumir, y en general, condicionaron mucho mi trabajo en un año que ha sido clave para el crecimiento de la escena”. Sin embargo, con esta acusación sobre las dinámicas tóxicas que mueven la industria musical en España, Kaixo no cae en los tópicos recurrentes  y superficiales de siempre, sino que va a la raíz del problema.

“A mi esta experiencia me sirve para saber cómo funciona la industria, que no te puedes fiar de nadie, que aquí nadie es amigo de nadie, y que todo funciona por interés”

Y es que a pesar de esta denuncia pública que realiza, él no tiene ningún inconveniente en reconocer que en Altafonte “hay gente muy buena trabajando, hay gente maravillosa haciendo cosas muy interesantes”. Pero desde su punto de vista “el problema fundamental está con los dirigentes de la empresa”, porque si bien “ellos dicen ser una distribuidora progre, indie, y tal” su manera de funcionar “al final es como la de cualquier multinacional, hecho que yo no veo necesariamente como algo malo, siempre y cuando no te intenten engañar haciéndose pasar por lo que no son”. Y este ha sido precisamente el objeto de la denuncia del artista, “Onovo desde el principio se pensó como un sub-sello que funcionase a la americana, como una plataforma para captar nuevas tendencias de la música urbana, y que con el tiempo se convirtiera en un sello potente y referente para la escena. Era un proyecto a medio-largo plazo, unos cinco años o así. Pero al final funcionan como una multinacional más que lo que hace es apostar por artistas y por sonidos ya consolidados que van a dar una rentabilidad económica inmediata”.

El artista de Banana Bahía Music sabe perfectamente que el suyo no es un caso aislado, sino que es el pan de cada día en el mundo de la industria musical española, a la que no tiene problemas en definir como “patética”. “El problema no es que haya una industria generando un negocio en torno a la música, el problema está en que la gestión cultural de esa industria es lamentable y está controlada por una élite determinada desde hace décadas”, afirma el cantante gallego. Porque “en sitios como Reino Unido, Francia o Portugal también existe una industria en torno a la música urbana que genera bastante dinero pero que no está controlada por una casta de caciques como aquí en España”.

“En el momento en el que algo triunfa y se genera una demanda de algo concreto, lo único que se hace es explotarla y no generar una nueva demanda que te pueda permitir aumentar el espectro musical”

En su ejercicio de comprensión del mundo cultural que le rodea, Kaixo realiza una interesante extrapolación del caso concreto de la industria musical con el resto de industrias culturales que componen la realidad económica del estado español, y como él mismo señala “el problema general está en que la cultura española es muy inmovilista, y en el momento en el que algo triunfa y se genera una demanda de algo concreto, lo único que se hace es explotar esa demanda particular y no generar una nueva demanda que te pueda permitir aumentar el espectro musical, cultural o lo que sea. Al final  ese es el gran problema de España, que es un estado fallido en todos los sentidos”, concluye, “donde lo que falta es sobre todo capacidad de gestión para poder desenvolver todo lo bueno que hay aquí, que es mucho, y tratar de evitar que los círculos mafiosos que controlan las industrias de este país tengan el poder absoluto ”.

Fotografía: @miguelglxz

Esta denuncia y crítica que hace Kaixo sobre la realidad cultural de España constituye precisamente la estructura central de “The Black Bloc”, Ep que aparece como el primer capítulo de la triología #NEWPUNK RIOT, y que está compuesto por siete cortes en donde colaboran varios habituales de la escena gallega como Royce Rolo, Iaghost, Abelo Valis o Kolom B, además de dos grandes referentes de primer nivel de la escena nacional como Enry-K y Dano. A través de sus líricas explosivas y radicales, el artista vigués retrata sin tapujos ni censuras “lo irónica que es esta realidad que nos rodea, donde todo lo que la compone parece ser una comedia con final trágico, donde casi nadie está preparado para llevar el mundo hacia una dirección diferente justo cuando estamos entrando en un periodo en donde todo se agota. Estamos a punto de explotar como planeta, el ser humano está cada vez más jodido por las enfermedades del postcapitalismo salvaje, y sin embargo lo único que nos importa es ir pretty, hinchaos de molly y coca, y tener capacidad económica para pillar ropa cara como la de Fendi. Estamos sin capacidad de reacción ante la muerte que está delante de nuestra sociedad”.

No obstante, este particular retrato que realiza Kaixo sobre el nihilismo occidental agudizado por la sociedad de consumo contemporánea, así como la denuncia que realiza sobre la situación política y económica global, no debe ser entendida desde una dimensión propagandística, como en el caso de Los Chikos del Maíz, sino más bien como una protesta de carácter personal, emotiva y micropolítica. Como él mismo confiesa, “este trabajo es ante todo un alegato de la estrategia de combate de los black bloc como modo de resistencia política, que trata de reactivar nuestra conciencia social adormecida a partir de una individualidad informe pero activa que nos empuje a luchar por todas esas cosas que nos han robado”.

En este sentido, la propuesta musical que ofrece el artista gallego se presenta como inseparable de su dimensión existencial y biopolítica, pues tal y como él señala “desde mi perspectiva, yo realmente pienso que tenemos que plantearnos estrategias alternativas al sistema, y entonces mi música intenta seguir un poco ese sendero, el de hacer cosas desde dentro del sistema para buscar posibles alternativas al margen de éste, sin miedo a utilizar la violencia para que no me pisoteen, y si el sistema quiere algo de mí, que me pague la pasta que yo exija por ello”. En una escena a menudo saturada por la simbología de los triunfadores, los billetes, los carros y las putas, Kaixo se identifica como “un músico que clase media que no tiene pretensiones de hacerse rico con su trabajo, pero que desde luego luchará para poder seguir viviendo de la música y disfrutar de una vida digna y acomodada que le permita seguir disfrutando de su actividad musical”.