Ácida como apretar un limón cortado sobre una incisión limpia en el estómago, y, al mismo tiempo, afilada y retorcida como una cuchilla dentro de una barra de labios. ‘Killing Eve’ es elegante sin llegar a obsesionarse con ser impecable. Igual que una gota de sangre en una camisa blanca recién planchada. Tan perturbadora como dejarse querer por una psicópata.

La serie de HBO, que agotó los ochos capítulos de su segunda temporada el pasado mayo, camina con cuidado por el filo de un arma blanca. A un lado, la seriedad y la tensión propias de un thriller policíaco y, hasta cierto punto, psicológico. Al otro, un humor absurdo, negro e inteligente que lleva a una asesina a sueldo a envolverse en excesivas capas de tul rosa chicle en un frívolo homenaje al algodón de azúcar.

La trama, en un inicio sencilla, e incluso manida, sirve de excusa para hablarnos de impulsos, conformismo y falta de racionalidad. De lo que nos permitimos y admitimos desear, y de hasta dónde podemos cambiar sin pasar a ser otros. Y en ese andar por un cable de alambre tensado, no se cae.

Villanelle (Jodie Comer), la asesina y psicópata en cuestión, irrumpe en la asfixiante rutina de Eve (Sandra Oh), funcionaria del MI-5 con pretensiones de espía, como una traqueotomía. Enredándose y regodeándose en ajustes de cuentas de otros, despiadados e ingeniosos en los modos, ambas tratan de salvarse de eso de no sentir nada. Ayuda el tira y afloja sexual que alimentan conscientemente.

A base de diálogos ágiles y muecas histriónicas, vamos abriendo la matrioska egocéntrica y caprichosa que es Villanelle, y entendemos los dejes suicidas de Eve, empeñada en morder la manzana y asomarse a los límites del paraíso. Las intrigas internacionales para quien las necesite. Más atractiva es una caída a los infiernos, hechos de cloacas y ruinas, y una creación que no se toma demasiado en serio a sí misma, pero sí se molesta en hacerse guiños y parodiarse.

‘Killing Eve’ parte de las novelas del británico Luke Jennings, que no han sido un corsé opresivo para la adaptación televisiva. La responsable de su primera entrega, Phoebe Waller-Bridge, creadora y protagonista de la lúcida y rapidísima ‘Fleabag’, se permitió cambiar el género de unos cuantos personajes. Así, en vez de a un jefe de inteligencia, tenemos a Fiona Shaw como resuelta líder, mientras que Eve cuenta con la ayuda de Kirby Howell-Baptiste. Damos con una ficción feminista que ni hace alarde de la etiqueta, ni fuerza el que se la coloquen. El peso que soportan sus personajes femeninos es creíble, lógico y estimulante.

De las manos de Waller-Bridge, esta historia de egoísmo, muerte y manipulación pasó en su segunda entrega a las de Emerald Fennel, quien, de cara a una tercera, será sustituida como productora ejecutiva por Suzanne Heathcote. Esto es todo lo que sabemos hasta la fecha sobre una de las series del momento, teniendo por seguro que  ‘Killing Eve’ es un helado de champán, chocolate y cianuro. Y ya queremos repetir.