1 de diciembre de 2018, bajo las rutilantes luces del Staples Center de Los Ángeles, en el 12º round de la pelea estelar, se masca la tragedia. El árbitro continúa el conteo regresivo que se acerca peligrosamente a diez y el boxeador que yace en la lona inmóvil no se está moviendo. Al grito de ocho, se levanta con aparente normalidad. Tyson Fury ha sorprendido a propios y extraños tras sobrevivir a una combinación devastadora de directo-croché de Deontay Wilder. Quedan casi dos minutos para el fin de las hostilidades. La pelea termina y tras la decisión de los jueces, el resultado es empate. Wilder y Fury terminan la pelea con el brazo en alto; el primero sabiendo que sus dos derribos al contrario le han permitido empatar y el segundo sabedor de que sin esas dos caídas habría ganado claramente la contienda.

Todavía con sangre, sudor y vaselina en sus rostros, ambos peleadores se citan en un futuro para dilucidar quién es el mejor de los dos, si el invicto campeón que ha defendido 10 veces consecutivas el cinturón CMB de los pesos pesados, Deontay Wilder, o el también invicto y campeón lineal (denominación que se da a los campeones que no han perdido el título en combate sino en otras circunstancias), Tyson Fury. Y es que como dijo Alejandro Magno mientras buscaba al emperador persa Darío III, que había huido tras la batalla de Gaugamela: “Igual que en el cielo no puede haber dos soles, un imperio no puede tener dos emperadores. Mientras Darío no esté muerto, él y no yo será el emperador” Mientras Tyson Fury siga siendo campeón lineal, Wilder no será campeón indiscutido, y Fury no pasará de ser campeón lineal mientras no venza al campeón indiscutido Wilder.

Las carreras deportivas de estos dos púgiles que se cruzaron el diciembre de 2018 y que se volverán a cruzar este 22 de febrero son dispares; ambas igualmente trágicas, ambas merecedoras de ser recogidas en una película que arrasaría en taquilla.

Tyson Fury, ‘The Gipsy King’

Tyson Fury, oriundo de Manchester y nacido en esta ciudad en 1988, es otra de esas historias que el boxeo saca a relucir en la que un joven no tiene otra manera de ganarse la vida y abrirse paso en el mundo más que a golpes. De ascendencia gitana (los famosos “travellers” anglosajones), ‘The Gipsy King’, como se hace llamar, tuvo una rutilante carrera amateur y en el profesionalismo que le llevaron a vencer a Vladimir Klitscho para ser campeón mundial de los pesos pesados en 2015. Tras su lo rápido de su ascenso, vino su caída, igual de precipitada. Tras dar positivo en cocaína un par de veces, fue despojado de sus títulos e incluso de su licencia para boxear. A su adicción a la cocaína se le sumó su adicción a la bebida, depresión, una obesidad desproporcionada (llegó a pesar 190kg) e intentos de suicidio. Tras una larga travesía por el desierto, fue capaz de rehacerse, volver al profesionalismo y recuperar su máximo nivel, tal y como demostró ante Wilder y en otras peleas ante rivales como Otto Wallin, Francesco Pianeta, Sefer Seferi y Tom Schwartz.

El estilo de Fury es el menos “probable” viendo su físico. A pesar de sus 2,06 metros de altura y un peso de 115kg, se mueve con gracilidad dentro del ensogado, desplazando su gran tonelaje a lo largo del cuadrilátero con rápidos movimientos de pies y de cadera que en nada tienen que envidiar a los de los boxeadores mucho más ligeros que él. Por su estilo, los rivales tienen serias dificultades para conectarle golpes, tal y como le pasó al propio Wilder, que sólo en los golpes en los que le mandó a la lona pudo conectarle con facilidad. A pesar de que no se trata de un boxeador pegador, su rapidez de manos le permite ir conectando multitud de golpes a sus rivales, lo que le permite dominar la mayoría de las peleas a los puntos con facilidad e incluso noquearlos.

Fotografía: Harry How/Getty Images

Deontay Wilder, el ‘Bombardero de Bronce’

Deontay Wilder no tiene una historia menos trágica y colmada de penurias y al igual que a su rival del próximo sábado, el boxeo le salvó. Nacido en Alabama en 1985, entró en el boxeo de manera tardía, a los 19 años, como un medio de evasión a sus problemas psicológicos. A esa edad, bordeando la pobreza y con una hija recién nacida con graves problemas de salud, llegó a empuñar un arma para suicidarse y acabar con todos sus problemas. Afortunadamente para todos, decidió subirse al ring.

Su carrera no puede ser más meteórica. A base de noquear a los rivales, el ‘Bombardero de Bronce’ se acaba de posicionar con un récord de 41 victorias, cero derrotas y un solo empate, precisamente ante Tyson Fury. Si algo llama la atención de sus peleas es la ferocidad y la virulencia con la que su granítica mano derecha es capaz de mandar a sus rivales a la habitación del sueño, como si se tratase de un pañuelo empapado en cloroformo. Su físico privilegiado, que le permite mantenerse con la figura de un Hércules de ébano sin apenas entrenamiento, es una garantía de KO casi en cada pelea.  Defensas de su título antes rivales experimentados que cayeron antes del límite como Daniel Stiverne o Luis “King Kong” Ortiz demuestran que hay dinamita en sus puños.

Fotografía: Steve Marcus/Reuters

El estilo de Wilder es tosco, rústico. Tal vez heredado de su tardía incursión en el mundo del boxeo, confía el porvenir de su carrera a la potencia de su directo y gancho de derecha, estrategia que, a la vista de su récord y de la dominación que ha impuesto en la categoría máxima de los pesos pesados, resulta la más efectiva del panorama. En su contra se puede decir que su boxeo hacia atrás resulta escueto, casi feo, y que le cuesta moverse por el ring, además de que le cuesta quitarse golpes con movimientos de cadera, aunque el temor que le tienen los rivales y la longitud extrema de sus brazos le permiten mantener a sus rivales a raya. Cuando ha enfrentado a rivales más técnicos que él le ha costado sacar las peleas adelante; de hecho, si no llega a ser por las dos caídas de Fury en el primer pleito, hubiera perdido de manera clara la pelea.

La división de los pesos pesados vuelve a resurgir después de una década de letargo. La figura de Anthony Joshua, la irrupción de la cenicienta Andy Ruiz, la aparición en esta división de Oleksandr Usyk, que sube desde el peso Crucero, y segundos espadas como King Kong Ortiz, Josh Parker o Kuvrat Pulev, parece que vamos a tener enfrentamientos de alta categoría durante al menos tres o cuatro años. Ahora bien, todos estos nombres, si quieren ascender a la cima del boxeo mundial para coronarse campeón de los pesos pesados, deberán enfrentarse primero a los dos protagonistas, Wilder y Fury.

Este mismo sábado veremos cuál de estos dos púgiles se convierte en emperador del boxeo después de eliminar a su rival.